En 2012 un niño de cinco años jugaba en la escuela del colegio Al Ándalus. Era capaz de encestar en las canastas grandes, algo increíble para esas edades. Pronto se percató el que fue su primer entrenador, Ángel Lopera. Era un rubio espigado siempre sonriente con una coordinación increíble, que comparada con los de su edad era de una diferencia abrumadora. Era Guillermo del Pino, el chico
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