Goles son amores. Es lo que dicen. No deja de ser cierto, pues son la mejor salsa del fútbol. Topicazos aparte, no siempre es un placer marcar. A veces resulta un dolor. Y si no que se lo pregunten a quienes lo hacen en propia puerta. Más aún cuando eso conlleva una derrota. Le sucedió a Lizoain, portero del Albacete, en la acción más llamativa de la cuarta jornada de Segunda. Hipertensión
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