Corría el verano de 2002. Eran los años del triunvirato. Ángel Marín era en ese momento el presidente, un cargo que se turnaba entre los propietarios. Bueno, entre dos de ellos. Rafael Gómez era el otro. Y el Córdoba apostó antes de la temporada 2002-03 por un proyecto que se sustentaba en la cantera. Creó ilusión la idea con un alentador estreno en La Romareda, el estadio al que regresar
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